Para bailar tango no hace falta ser bailarín, no hace falta ser delgado... sólo hacen falta las ganas. Son muchos los beneficios de esta danza para el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu.
Según recientes estudios realizados por médicos, psicólogos y artistas, bailar tango mejora mucho la salud. Desde el punto de vista físico se puede considerar como un saludable deporte que armoniza el cuerpo, pero también ayuda en la vida de relación, el bienestar psíquico y la seguridad en uno mismo.
En las milongas es frecuente ver a hombres y mujeres mayores, que bailan todos los fines de semana e incluso todas las noches hasta las cinco de la mañana. Tienen un entrenamiento corporal increíble, como si salieran a correr todos los días.
Las piernas de quien baila tango con regularidad son elongadas, elásticas, veloces. Los tobillos y las pantorrillas están tonificados. Los brazos, los hombros y la espalda, firmes. Se afina la cintura, por el trabajo de la cadera. El aparato circulatorio y el corazón funcionan mejor. Oxigena el aparato respiratorio y aumenta la capacidad pulmonar.
Por otra parte, investigaciones neurobiológicas han demostrado que el ritmo produce un aumento de la actividad electro-encefálica en el área de la corteza motora de una persona. La psiconeuroinmunología ha demostrado cómo se transforman las emociones en sustancias químicas que influyen en el sistema inmunitario y otros mecanismos de curación del cuerpo.
Otra de las ventajas de bailar tango es que se puede regular a gusto. Al bailar, uno está en una situación grata, no hay que hacer esfuerzos. No se impone como un sacrificio, sino que se trata de una actividad placentera.
La mujer no sabe el paso que el hombre quiere hacer hasta que está sucediendo, y a cada paso se abre un abanico de posibilidades; ninguno de los dos sabe qué va a venir después de cada paso, por eso es un baile muy creativo. Exige estar atento a lo que sucede en cada momento y estar atento a lo que sucede en la música.
BENEFICIOS. El tango desarrolla capacidades personales, como la concentración, la improvisación, la sensibilidad, la creatividad, la capacidad de reacción y la relación social. También ayuda a desarrollar aspectos comunicativos como son el interés y la entrega, la responsabilidad, la confianza propia y en los demás, la motivación y capacidad de disfrute, la actitud activa, los criterios propios y la valoración constructiva de los demás.
Desde el aspecto expresivo, esta danza ayuda a desarrollar la expresión personal del mundo interno, la capacidad de reflejo y reacción a diversos impulsos y estímulos, la capacidad de concretar una idea, la creación propia, la coordinación y la precisión. La persona que baila tango aprende, disfruta, se esfuerza (voluntad), reconoce, entiende y se entrega al otro.
UN LENGUAJE COMPARTIDO. El tango tiene un código, un lenguaje, algo así como un abecedario que debe aprender quien comienza a bailar. En las clases de tango, los docentes enseñan los pasos, las figuras o las combinaciones de pasos (la forma de caminar, el cruce, el ocho, los giros) y con todos esos elementos se improvisa el baile. Cada persona le da su impronta. Por eso no hay dos parejas iguales bailando. Es algo muy personal.
Primero uno aprende a no perder el equilibrio, a apoyar su peso, a respirar, a relajarse. Lo más importante es saber cuál es el eje que cada uno tiene porque después ese eje va a variar según con quien baile, va a ser compartido por momentos.
El que baila tiene que estar muy conectado consigo mismo, tiene que ser muy responsable de sí mismo para poder vaciarse, renunciar al yo y entregarse. Entregarse no es quedarse colgado del otro sino hacerse cargo de uno. Otro punto clave que se aprende es el registro del otro. El tango es una unidad que se crea de a dos. No es uno más uno dos, sino dos mitades que hacen un uno.
Eldiario.com.ar